Golpea mi corazón, Dios de las tres personas; porque tú Hasta ahora sólo tocas, respiras, iluminas, y tratas de enmendarme; para que yo pueda levantarme y resistir, derríbame, y dobla tu fuerza para quebrarme, aventarme, quemarme y hacerme de nuevo. Yo, cual una ciudad usurpada, a otro debida, me esfuerzo por admitirte, pero, oh, inútilmente, la Razón, tu virrey en mí, debería defenderme, pero está cautiva, y resulta débil o falsa. Mas yo mucho te amo, y con gozo querría ser amado por ti, pero estoy prometido a tu enemigo. Divórciame, desátame, o rompe de nuevo ese nudo, llévame a tí, encarcélame, porque yo, a menos que me cautives, nunca seré libre, ni jamás seré casto, a menos que tú me violes.
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